Los juguetes tienen el extraño poder de perpetuar la ilusión que despertaron antaño. Los de hojalata son especialmente entrañables.
Los juguetes de hojalata fueron producto de la Revolución Industrial. Se considera que los más interesantes son los producidos entre 1870 y 1914, seguidos de los aparecidos entre 1918 y 1939, dos etapas entre guerras. Los alemanes son los primeros en utilizar este material. Sus fábricas como Bing, Carrete, Märklin y Lehman fabrican miles de juguetes que son exportados al resto del mundo. Al principio fueron modelos muy sencillos recortados manualmente según una plantilla, soldados con estaño. Luego vinieron las prensas de corte y estampadoras que permitieron el ensamblaje por grapado, después técnicas litográficas. Las mejoras y avances continuan y se agregan mecanismos de cuerda, luego de fricción y finalmente motores eléctricos.
En España la familia Payá inicia la fabricación de juguetes de hojalata copiando los modelos alemanes, en 1897. En 1904 se funda la fábrica Hispano Alemana que contó con los últimos adelantos de la época. Poco después se inauguró La Universal que sería su dura competencia. En la fábrica Payá se forman numerosos artesanos que más tarde fundaran diversas empresas como A.B. Verdú y Cia., San Juan, Picó, y Juguetes y Estuches.
En Chile la industria del juguete de hojalata está intimamente relacionada con las fábricas de envases y tapas corona. Así las fábricas de los Figueras y Puig, los Neumann y los Vásquez y Carvajal pasan de fabricar potes y tapas a producir juguetes. Los precursores son los Figueras, Puig y Cia. en 1932 con su recordada marca Ardilla. Le seguirían los Doggenweiler con sus trenes eléctricos en 1934 y el mismo año Fuenzalida, Jiménez y Cia. Ltda con su fábrica y tienda Pinocho. El año 41 Neumann y Cia. Ltda. desarrollan sus creaciones basados en diseños alemanes y maquinaria importada de ese mismo país. Grubner desde 1950 fabrica juguetes con matricería alemana y japonesa y motivos chilenos.